26 de enero de 2014

¡ESTÁ VIVO! ¡ESTÁ VIVO!

"Frankenstein", Universal Pictures (1931)

  “Con una ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mí alrededor los instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito de vida a la cosa inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su cuerpo.”  Frankenstein o el moderno Prometeo, Mary Shelley
    De esta forma, sin explicarnos realmente cómo lo logró, Victor Frankenstein comprueba que su creación está viva. Victor, obsesionado con “el principio de la vida” empieza por estudiar la muerte y es a través de ella con que consigue crear un ser viviente...pero su creación le horroriza y huye de lo que él considera un monstruo. Su criatura, lejos del ser torpe y poco inteligente que nos vendió Hollywood, le persigue con el único deseo de castigar al que le abandonó. Mary Shelley publicó “Frankenstein o el moderno Prometeo” en 1818. Pero ¿existió Victor Frankenstein? ¿Mary Shelley se basó en un personaje real o semejante genio transgresor salió de su imaginación?. Lo curioso es que candidatos no faltan, como prueba de ello mencionaremos sólo a algunos de estos ¿genios? ¿locos?...decidan ustedes.

   La electricidad, ese titán apenas controlado, ha despertado la curiosidad de los hombres de ciencia desde siempre, el propio Tales de Mileto (630-550 a.C) descubrió las propiedades de la electricidad estática. Sin embargo, este artículo no pretende explicar los avances que se hicieron a lo largo de la historia respecto a la electricidad, sino el uso que se hizo de ella como medio para lograr otros fines, así que daremos un salto en el tiempo, un salto que nos lleve hasta el S.XVIII y a nuestro primer científico, Luigi Galvani.
     Luigi Galvani (1737-1798) fue un médico, filósofo y físico italiano que, casi sin proponérselo, hizo un descubrimiento al que denominó “electricidad animal”. Cierto día, mientras un alumno disecaba una pata de rana, su bisturí hizo contacto con una de las máquinas electrostáticas que había en el laboratorio, produciéndose una pequeña descarga que hizo que la pata se contrajera. Tras varios experimentos, Galvani  llegó a la conclusión de que la electricidad se generaba en el interior del cuerpo, en el cerebro, y de ahí pasaba a los músculos a través de los nervios. Creía que esa “electricidad animal” constituía una especie de energía o fuerza vital, por tanto, produciendo descargas en el lugar adecuado se podría curar enfermedades o, incluso, reanimar un cadáver, algo que por cierto no dudó en probar.

Giovanni Aldini
   Galvani no estaba solo, tenía un sobrino que siguió sus pasos, Giovanni Aldini (1762-1834), que en 1791  se convirtió en catedrático de física en la Universidad de Bolonia, año en que también publicó “De viribus electricitatis in motu musculari commentarius”, el tratado de electricidad muscular de su tío. Nunca dejó de lado el trabajo de Galvani, ayudando a crear en Bolonia una sociedad para fomentar la práctica del galvanismo, en clara oposición a la Sociedad Volta, fundada en la Universidad de Pavia (según Alessandro Volta la contracción del músculo se producía por el contacto entre los dos metales del circuito, no tenía nada que ver con la electricidad animal de Galvani). Aldini se dedicó a recorrer Europa dando descargas a cuerpos de animales, cabezas de bueyes y algún que otro cadáver humano...¡pasen y vean cómo vuelven a la vida!. Sin duda los espasmos de los que hasta ese momento habían sido cuerpos inertes hacían las delicias de los asistentes. Pero todo espectáculo necesita renovarse y eso fue lo que hizo Aldini en 1803, dar un aire fresco a su performance, para ello usó a un ajusticiado: George Foster.  Foster había matado a su mujer y a su hijo, por lo que fue condenado a la horca y su cuerpo destinado a la disección, pero en vez de caer en manos de un anatomista le tocó en suerte Giovanni Aldini, que le esperaba con ansias. Usó una pila voltaica (inventada por Alessandro Volta tres años antes) a la que unió unas varillas, con las que fue tocando distintas zonas del cuerpo de Foster. Cuando tocó la boca y el oído, la mandíbula de Foster  empezó a temblar, los músculos de la boca se contrajeron y uno de sus ojos se abrió de repente. Nos podemos imaginar la incomodidad de los asistentes al sentirse observados por un muerto. Cuando llegó al pecho, éste subía y bajaba, como si estuviera respirando. Sin embargo, Aldini no había terminado, cuando aplicó las varillas al recto todo el cuerpo se convulsionó y la espalda se arqueó. Parecía que Foster iba a volver a vivir en cualquier momento, pero no fue así. Aldini lo tenía claro, la energía aplicada al cadáver era capaz de ejercer “un considerable poder sobre los sistemas nervioso y muscular” ( “exerted a considerable power over the nervous and muscular systems”), pero no eran capaces de devolver la vida.
Ilustración de los experimentos de Aldini


    El galvanismo se aplicó como tratamiento en gran variedad de dolencias, asegurándose en muchas publicaciones que tal tratamiento había tenido éxito, curando incluso a enfermos mentales. Bienvenido electroshock.
Dr.Andrew Ure
   Escocia también tiene un candidato a Frankenstein: el doctor Andrew Ure (1778-1857).  Fue un médico y químico escocés, además de profesor de Filosofía Natural (precisamente ésta, junto a la química, eran las materias que estudiaba Frankenstein en la novela) de Glasgow, Escocia. En 1818 anunció que había estado llevando a cabo una serie de curiosos experimentos que le llevaban a asegurar que en casos de ahogamiento, asfixia o ahorcamiento el cuerpo puede ser reanimado estimulando el nervio frénico. Hay que decir que en Inglaterra existía una ley que establecía que el cuerpo de algunos ejecutados pudiera usarse para disección, era el único medio legal por el que los profesores de medicina podían enseñar anatomía a sus alumnos. Matthew Clydesdale fue uno de esos delincuentes que no sólo fue condenado a la horca, sino a ser diseccionado, de hecho fue el conejillo de indias del Dr. Ure. El 4 de noviembre de 1818 el cuerpo de Clydesdale fue llevado al Old College de Glasgow, donde lo esperaban estudiantes y colegas del Dr. Ure y del Profesor James Jeffray (profesor de anatomía). Una vez allí procedieron a realizar una serie de incisiones en el cuerpo e introdujeron las varillas. Según cuenta el propio Andrew Ure, desde un primer momento el cuerpo empezó a convulsionarse, cuando movió una de las varillas al talón, la pierna se agitó de tal forma que uno de sus ayudantes recibió una patada. El horror llegó cuando se estimuló el nervio supraorbital, ya que esto hizo que se contrajeran los nervios de la cara “rabia, horror, deseperación, angustia y una espantosa sonrisa, unidas a sus horribles expresiones en la cara del asesino, superaron las más salvajes representaciones de Fuseli o Kean”. Se rumoreó que en realidad lo que pretendían ambos científicos era revivir a los muertos. Se ha dicho que el Dr. Ure fue el modelo en que se basó Mary Shelley para crear a Victor Frankenstein, aunque no parece posible, ya que la novela empezó a gestarse en 1816 y se publicó en enero de 1818.
   
Madame Guillotine empezó a actuar en Francia en 1792 como medio de ejecución habitual (la última vez que se guillotinó a alguien en Francia fue en 1977). Tantos potenciales “sujetos de experimentación” no se podían desperdiciar. Julien Jean César Legallois (1770-1814), fisiólogo, afirmó en una publicación en 1812 que era posible mantener la cabeza de un guillotinado con vida, mientras recibiera un constante suministro de sangre, es decir, teóricamente sería capaz de ver, oír, oler...pero no hablar, básicamente por carecer de laringe. El médico Charles-Édouard Brown-Séquard (1817-1894) llevó a la práctica las ideas de Legallois usando para ello la cabeza de un perro, al que realizó transfusiones de sangre 8 minutos después de la decapitación. A los dos o tres minutos Brown-Séquard comprobó que se producían movimientos faciales y oculares, a pesar de lo cual no se podía decir que tuviera consciencia. Brown-Séquard no fue el único “inspirado” por Legallois, Jean Baptiste Vincent Laborde (1830-1903), pero él prefirió las cabezas humanas a las de perros. Las autoridades francesas le abastecieron  de “material” para que pudiera examinar el estado del cerebro y sistema nervioso. En 1884 se ejecutó a un asesino llamado Campi, que se convirtió en el primer experimento de Laborde y en su primera decepción. ¿Por qué? Pues porque la ley francesa establecía que cualquier ajusticiado, antes de ser entregado a “la ciencia”, debían pasar por el cementerio, aunque no fueran enterrados, por lo que Campi llegó al laboratorio del fisiólogo 80 minutos después de su muerte...demasiado tarde. La siguiente cabeza fue la de Gamahut y esta vez Laborde no iba a permitir que transcurriera tanto tiempo como en la vez anterior para tenerla en sus manos. Se le ocurrió una idea, una muy buena idea, si se me permite la observación, ya que montó un laboratorio móvil en un carruaje y, en vez de esperar que le trasladaran el cuerpo desde el cementerio, él mismo iría allí a buscarlo. Nada más obtener la parte de Gamahut que le interesaba, su cabeza, le realizaron uno agujeros e insertaron agujas, acto seguido efectuaron una serie de descargas que provocaron movimientos en labios y mandíbula, y que abriera uno de los ojos. Pero Laborde no estaba satisfecho, esos sólo eran movimientos reflejos, no había consciencia ahí. Por medio de sobornos consiguió tener a su tercer sujeto aún más rápido, sólo transcurrieron 7 minutos tras su decapitación. Se trataba de Gagny. Laborde unió las arterias de la parte derecha del cuello a las de un perro grande. Parecía que se acercaba a su objetivo, devolver la funcionalidad al cerebro, ya que Gagny empezó a mover los músculos de los párpados, la frente y la mandíbula, llegando ésta a cerrarse con un fuerte chasquido, pero eso fue todo. Tras 20 minutos el cerebro de Gagny estaba muerto y el perro iba camino de estar igual. Ante sus fracasos Laborde dejó de experimentar con cabezas y se dedicó a otras cosas, como idear métodos de reanimación respiratoria. A propósito, evidentemente, por una cuestión de fechas, él tampoco pudo ser el modelo para crear Frankenstein, pero sus experimentos fueron lo suficientemente escalofriantes como para figurar en este artículo.

    En fin, Mary Shelley tenía un montón de científicos en los que inspirarse. No sabemos si escogió a alguno de los mencionados o no, pero ha sido la excusa perfecta para mencionar unos cuantos experimentos curiosos ¿verdad?. Quizá en otro momento podamos hablar de perros bicéfalos...¿o es que creían que Cerbero era sólo un mito?.
"Cerbero" Gustave Doré

*Artículo publicado en  http://cuadernosdebitacora.com/



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