16 de enero de 2015

GEORGE PARROT: UN DESTINO MARCADO POR LA PIEL

  La historia de George Parrott, también conocido como George Manuse, George Warden o «Big Nose», es bastante peculiar, digamos que fue un hombre que se hizo a sí mismo... pero algo torcido, pues escogía siempre trabajos al margen de la ley. Así, fue salteador de caminos, de diligencias, cuatrero... no es de extrañar que terminara en un banda de delincuentes dirigida por un tal Sim James y formada por Frank McKinney, Jack o Sandy Campbell, Cully McDonald, John Wells, Tom Reed, Frank Towle, «Dutch Charley»Buress y el propio George «Big Nose» (hay que decir que el apodo de George no era gratuito, realmente era la versión cowboy de Cyrano de Bergerac).


    
    
George "Big Nose" Parrot
 La banda de James, que así se llamaba (no es que fueran muy originales buscando nombres), decidió robar un tren. Para hacer su trabajo más sencillo pensaron que lo mejor sería hacer que descarrilara, puesto que era más fácil robar un tren parado que en movimiento, lógicamente. El 14 de agosto de 1878, a 6 millas de Medicine Bow, la banda se dedicó en cuerpo y alma a manipular la vía por la que debía pasar el tren nº3 de Westbound, de la Union Pacific, pero no contaban con que ese día un grupo de operarios hubiera estado trabajando en el puente de Medicine Bow. Al final del día, el capataz fue a recoger las herramientas que habían dejado atrás y se dio cuenta de que las vías no estaban como antes. Temiendo que quien hubiera hecho eso estuviera por los alrededores, intentó mantener la sangre fría, recogió sus herramientas y se fue, como si no se hubiera dado cuenta de nada. Tan pronto supo que estaba fuera de la vista de quien estuviera allí, corrió a dar aviso al tren que se acercaba, pudiendo así evitar el robo. El capataz no se equivocaba, la banda de James estaba aún allí, escondidos tras unos arbustos, esperando a que se fuera, pero, ante a imposibilidad de seguir con el plan, prefirieron huir.
       Evidentemente, la cosa no se iba a quedar así, y pronto fueron enviados dos hombres en busca de los forajidos: el ayudante del Sheriff de Wyoming, Robert Widdofield, y el agente de la Union Pacific, Henry «Tip» Vincent. Estos siguieron el rastro de la banda hasta un campamento que montaron en Rattlesnake Canyon, cerca de Elk Mountain. Ni la suerte ni las matemáticas estaban del lado de la ley, ya que los agentes no sólo fueron divisados en seguida, sino que además les superaban en número. No salieron vivos de allí. En su huida la banda se separó.
    Tras el descubrimiento de los cuerpos, las autoridades se tomaron muy en serio el atrapar a los miembros de la banda de James y no dudaron en ofrecer una fuerte suma de dinero como recompensa por su captura. Al mes siguiente de los hechos, Frank Tole fue asesinado cuando intentaba atracar el Black Hills Stage Line.
Dr. John Osborne

    El siguiente en caer fue «Dutch Charley», detenido junto a su nueva banda el 25 de diciembre de 1879, en Montana. Fueron llevados a Laramie (Laramie City), pero debido a que el asesinato de Widdowfield y Vincent había ocurrido en el condado de Carbon (Carbon County), «Dutch Charley» sería llevado en tren (justamente en mismo que había intentado robar un año antes junto a la banda de James) a la ciudad de Rawlins, para ser juzgado. En el trayecto hacia Rawlins, el tren tuvo que hacer una parada, en Carbon, para abastecerse de agua y carbón, momento que fue aprovechado por una multitud para asaltarlo, no precisamente para robar, sino para atrapar a «Dutch». Este se había ocultado en el vagón de equipajes, debajo de unas pieles de búfalo, pero no le sirvió de nada, fue arrastrado hasta un poste de telégrafos del que colgaba una cuerda. Lo único que le mantenía con vida era un barril de whisky al que había sido obligado a subir, mientras le colocaban la cuerda alrededor del cuello. La idea era asustarle lo suficiente para conseguir una confesión, algo que a la madre de Widdowfield parecía no hacer falta, ella tenía claro que «Dutch» había matado a su hijo. El ladrón se balanceaba sobre el barril, recibiendo un tirón de la cuerda de vez en cuando, pero Elizabeth Widdowfield, la cuñada de Robert, no aguantó más y le dio una patada al barril. Y ahí se quedó «Dutch», hasta que al día siguiente llegó el Sheriff de Rawlins e hizo que lo bajaran.

    Por su parte, a «Big Nose» parecía sonreírle la fortuna. Su negocio de atracos a diligencias iba viento en popa y, lo más importante, seguía vivo. Sin embargo, a pesar del apodo, «Big Nose» tenía la boca más grande que la nariz y la bebida le hacía presumir de sus aventuras. Así, no sólo contaba sus hazañas como ladrón de diligencias, sino que también dijo que había participado en el robo frustrado del tren de la Union Pacific y en el asesinato a los dos agentes que les perseguían. Fue detenido en julio de 1880. La historia de «Dutch» se iba a repetir, ya que George fue trasladado en tren hasta Rawlin, tren que nuevamente paró en Carbon y, para variar, la turba entró en el mismo en busca de «Big Nose». Fue arrastrado fuera del tren, sin que al parecer nadie se atreviera a llevarles la contraria, y es que no a todos les agrada ser linchado. A George le llevaron al andén y le colocaron la cuerda alrededor del cuello. Como ocurrió con «Dutch», la idea de la partida de linchamiento no era matarle, sino que confesara, así que daban unos tironcitos a la cuerda a ver si le convencían. A pesar de eso, George dudaba, por lo que pensaron que si tiraban algo más fuerte y le prometían un juicio justo seguro que el hombre cedería. Así fue, aunque seguro que también tuvo algo que ver el que una condición indispensable para asistir al juicio era estar vivo. Cuando Parrott empezó a hablar no hubo quien le parara, confesó el intento de robo al tren, los asesinatos de Widowfield y Vincent, y cualquier cosa que hubiera hecho. Una vez satisfechos, le devolvieron al Sheriff Rankin para que continuara su viaje a Rawlins. Una vez comenzado el juicio, un error en el acta de acusación anuló la confesión de culpabilidad de George, así que tenía vía libre para arrepentirse y declararse inocente. Sin embargo, al final no sirvió de nada, fue encontrado culpable y condenado a muerte. La fecha señalada para la ejecución era el dos de abril de 1881. Ni que decir tiene que George no estaba de acuerdo con eso de ser ahorcado y en marzo decidió salir de prisión por sus propios medios, que básicamente consistían en agredir a Rankin con sus grilletes (fracturándole el cráneo de paso), pero no contaba con que éste pudiera defenderse ni con el arrojo de su esposa, que apareció con una pistola. Una vez de vuelta en su celda, el Sheriff Rankin reforzó la vigilancia del preso.

    La noticia del intento de huida pronto recorrió la ciudad. Los vecinos de Rawlins no estaban dispuestos a permitir que lo sucedido se volviera a repetir, además, temían que los abogados de George consiguieran evitar la ejecución presentando la documentación necesaria para alegar demencia (esto era al menos lo que decía el períodico de Carbon County). Así pues, la población de Rawlin esperaba lo peor y estaban decididos a no permitir que «Big Nose» se librara de la horca. A pesar de que en Front Street había dos salones, dos hoteles, dos salas de billar y un restaurante abierto toda la noche, la calle se quedó en silencio, estaba todo tranquilo. Entre las 10 y las 11 de la noche, un grupo de hombres enmascarados entraron por la fuerza en la prisión y, apuntando a Rawkin con sus pistolas, sacaron a George a rastras de su celda. 
    «Big Nose» fue llevado a Front Street donde colgaba una cuerda de un poste de telégrafos. Allí unas doscientas personas se reunieron para asistir al espectáculo, aunque hubo cierta desilusión al principio pues, tras hacer subir a George a un barril de whisky (lo del barril resultó ser profético) la cuerda ser rompió, así que cogieron una escalera, que fue retirada una vez que el nudo le adornaba el cuello. Murió el 22 de marzo de 1881. Su cuerpo quedó balanceándose en el extremo de la cuerda hasta que llegó el enterrador, unas horas después. 

  Y ahora es cuando viene la parte llamativa la historia. Como el cuerpo de «Big Nose» no fue reclamado por ningún familiar, los doctores Thomas Maghee y John Osborne se hicieron cargo del mismo, no precisamente para darle un entierro digno. No, lo que ellos querían era comparar el cerebro de un criminal como Parrott con el de una persona «normal», en un intento de saber si la maldad del hombre era visible en su cerebro. pero no tuvieron éxito: ambos cerebros eran iguales (supongo que no se les ocurrió pensar que ambos especímenes eran igual de malvados). Ante la decepción y ya que tenían un cuerpo esperando ser «útil a la ciencia», ambos médicos decidieron reciclar los restos de Parrott.
Dra. Lillian Heat y su "tope" de puerta
Así, Lillian Heat, la ayudante del Dr.Maghee, de tan sólo 15 años, recibió un regalo muy especial: la parte superior del cráneo de «Big Nose». Con los años, Lillian se convirtió en la primera mujer que ejerció la medicina en Wyoming, y usó su regalo como cenicero (en realidad fue su marido quien le dio ese uso), en tope de puerta e incluso como recipiente para apoyar la pluma. Sin embargo, era el Dr. Osborne el que demostró tener los gustos más macabros. Lo primero que hizo fue hacer una máscara mortuoria de la cara, máscara que carecía de orejas, según se dice, porque al forcejar mientras colgaba fueron arrancadas por la cuerda, aunque es algo que no está confirmado. Pero realizar una máscara mortuoria no era algo tan extraño, más de un asesino tiene la suya, como Martin Dumollar o el dúo asesino, Burke y Hare (a Burke también lo reciclaron), el problema es que al Dr. Osborne parece que le gustó la piel de George y pensó que era lo suficientemente buena como para hacerse ¡unos zapatos!. Así que, le quitó la piel de los muslos y el torso (incluyendo los pezones) y la mandó a Denver, para dar gusto a su extraño capricho (y además le sobró piel para hacerse un maletín).
Los zapatos de "piel"
El Dr.Osborne estaba realmente contento con sus zapatos nuevos, a pesar de que el zapatero no le puso los pezones del forajido en sus puntas, no se puede tener todo. Y tan contento estaba que no dudaba en ponérselos en las ocasiones especiales, como en el baile que tuvo lugar cuando fue elegido Gobernador del Estado de Wyoming (fue el primer Gobernador demócrata de Wyoming). Al parecer, una vez dejado este cargo, se convirtió en director de un banco en la ciudad y ¿adivinan qué se le ocurrió exponer en el vestíbulo del banco? ¡Sí! sus zapatos de piel humana, en una preciosa vitrina de cristal.
    Después de esto, los restos de Parrott fueron introducidos en un barril de whisky (¿ven que era profético?) lleno de una solución salina, al menos durante un año. Cuando se cansaron de manipular los restos, el barril fue enterrado en el jardín trasero de la oficina del Dr. Maghee. Y allí permaneció hasta 1950, en que, a causa de unas obras que se estaban realizando en el lugar, desenterraron el barril. Al abrirlo, los obreros se llevaron un buen susto, pues lo que encontraron fue un buen montón de huesos y un cráneo con la parte superior serrada. Uno de los curiosos que se congregaron alrededor del hallazgo recordó a la Dra. Heath y su peculiar tope de puerta, por lo que enseguida contactaron con ella para saber si sería capaz de identificar a quién correspondían esos huesos. Su marido llegó con la parte superior del cráneo, que casaba perfectamente con el encontrado en el barril.
Restos de Big Nose
    Actualmente en el museo de Carbon County en Rawlins se exhiben tanto los zapatos hechos con la piel de George Parrott como la máscara mortuoria y la parte inferior de su cráneo. Los grilletes que llevaba el día de su linchamiento y la parte superior del cráneo están en el museo de la Union Pacific, en Omaha, Nebraska. No se puede decir que George «Big Nose» Parrott desperdició su vida... mejor dicho, su muerte.

Cráneo de George Parrot


Fuentes:
  • http://www.justtrails.com/tag/big-nose-george-parrot/
  • http://www.legendsofamerica.com/wy-bignose.html
  • http://www.executedtoday.com/2013/03/22/1882-george-parrott-rawlins-lynched/
  • http://www.wyohistory.org/encyclopedia/big-nose-george-grisly-frontier-tale