Había surgido de la niebla.
Había
surgido de la niebla igual que los seres que pueblan la imaginación, como las
cosas que transcienden su propio significado.
Había
surgido de la niebla y con su dentellada había marcado para siempre su vida.
Un
remolino fugaz, un destello de sus hermosos ojos, un relámpago al amanecer, un
silbido escapando entre el brillo de sus caninos, y su antiguo mundo quedó deshecho,
borrado para siempre.
Había
surgido de la niebla, al despuntar el alba, y las primeras luces de aquel día
serían, desde ese preciso instante, el principio de su nueva existencia, de su
particular renacer.
Así
la recordaba, una imagen nítida en su memoria.
Andrés la miró y rememoró, como
siempre hacía, aquella primera vez que la viera. Aunque ahora mantuviera su
forma humana, seguía conservando esa energía animal que se deprendía del
elegante fluir de sus movimientos, de cada uno de sus gestos. Permanecía
pensativa, meditando mientras caminaba entre las piedras, con esa habilidad increíble
para no hacer ningún ruido en absoluto, como una aparición etérea. Parecía
ajena a cuanto la rodeaba, profundamente concentrada, buscando una respuesta a
algún dilema.
La contempló como lo había hecho
otras veces, intentando aprender, comprender lo que hacía y la motivación de
sus acciones. Le había regalado un increíble don, pero también una particular
maldición, una fuerza que crecía en su interior día a día y que en la mayor
parte de las ocasiones le resultaba imposible controlar.
Alba miraba hacia el infinito,
oteaba el horizonte, con sus profundos ojos verdes escrutadores dirigidos hacia
el valle que se extendía bajo la colina en la que se encontraban. El Sol
destellaba sobre su cabello canela y su piel cobriza creando sobre ella reflejos
que la dotaban de cierta aura de irrealidad. Andrés pensó en ese instante que
la naturaleza entera parecía confabularse de continuo para que en cualquier
circunstancia Alba pareciera un ser sobrenatural. Ese pensamiento le hizo
sonreír por un instante, como si ser una mujer-lobo no fuera suficientemente
sobrenatural.
Sin embargo el alivio sobre sus
tribulaciones fue breve, demasiado breve: volvió a perderse entre esas
emociones que crecían, devoradoras, en algún lugar perdido en el interior de su
mente.
-¿Qué te preocupa?- inquirió Alba
sin dejar de mirar hacia el horizonte, pareciendo adivinar los pensamientos de
Andrés.
-Pregunta más bien lo que no me
preocupa.
-¡Oh! Pobrecito. ¿El cachorro está
triste?
-Te burlas de mí.
-Obviamente. Me gustaría que dejaras
de quejarte en algún momento.
-Tengo miedo- dijo Andrés dejando
que las palabras cayeran pesadas.
-Lo he notado, todo tú apestas a él.
-¿Apesto?
-Sí,... horriblemente.
Andrés se quedó un momento en
silencio, con cierta sensación de vergüenza: ¿de verdad podía apestarse de
miedo? ¿Cómo se evitaba algo así?
-¿Vas a contarme de una vez lo que
te pasa? ¿Qué es eso que tanto temes?- Alba giró la cabeza y dirigió una mirada
inquisitiva y burlona hacia él.
-¿No es evidente? Temo a esto que me
está pasando, esto que crece dentro de mí. Esta maldición que me has
transmitido.
-¿Maldición?- repitió con tono de
sorpresa.
-¿Cómo lo llamarías tú?
-Pues de casi cualquier otra manera,
pero desde luego no lo llamaría maldición.
-¡Oh, vamos!- exclamó Andrés algo
ofendido.
-En serio- prosiguió ella-¿dónde ves
la maldición?¿en la fuerza?¿en el poder?¿
-¡En esta rabia que crece y me
desagarra!- estalló Andrés.- ¡Esta furia!- prosiguió.- Hay momentos en los que
todo parece teñirse de rojo en mi mente, anhelo la sangre, y la ira me
consume,... parece que quisiera matar cuanto me rodea, aplastar cada cosa que
se mueve a mi alrededor.
-¿Y qué esperas que te diga?
-¡Quiero que me digas cómo
controlarlo, cómo pararlo! Tú me mordiste, tú me condenaste a esto. Dime como
sujeto la naturaleza del lobo que me abrasa hasta en mi forma humana. ¡Por
Dios! No sé cómo no he matado ya a un centenar de personas.
-Siempre me sorprendes.
-¿Por qué?-preguntó Andrés, que
durante un instante pensó que iba a recibir un halago.
-Cuando pienso que no puedes ser más
tonto me demuestras que constantemente te superas a ti mismo.
Andrés agachó la cabeza inundado por
un sentimiento de humillación que al instante se convirtió en rabia. La chispa
había saltado y el incendio en su mente y en su espíritu se propagó como un fuego
de verano sobre suelo seco. Sus sienes empezaron a retumbar, como tambores
tribales en feroz llamada. Su cuerpo entero se tensionó hasta el extremo,
amenazando quebrarse sobre sus propios huesos. El calor se extendió desde la
base de su columna, como una oleada, como viento en la tormenta, cubriendo en
un segundo cada célula de su organismo. Era el aviso, el anuncio del cambio. Su
visión se amplificó, su oído recorrió cada rincón en kilómetros a la redonda,
dando como resultado un dolor sólido en su cerebro que multiplicó la rabia
hasta límites imposibles. Sin en aquel instante hubiera tenido el poder para
hacerlo, hubiera destruido el universo y toda la creación.
Fue entonces, sin previo aviso, que
sintió un aguijonazo de dolor en su cuello, sintiendo como el aire se le
cortaba, asfixiándole en apenas un segundo. Alba, se había movido como una exhalación
convirtiéndose en una mancha imperceptible, y ahora, le sujetaba por la
garganta con su mano como si fuera una tenaza de acero. Andrés intentó
revolverse, lanzando sus manos contra la cara de Alba, pero ella le alzó
provocando el crujido de las vértebras cervicales y luego le proyectó contra el
duro suelo de roca haciendo retumbar todo su cuerpo en un lamentable quejido.
De nuevo intentó revolverse, sobreponerse al dolor. Pero Alba cortó por
completo el flujo de aire hasta que finalmente, casi asfixiado, Andrés perdió
el conocimiento dejando de forcejear.
Sólo un tiempo después, recuperó la
consciencia y volvió a su ser. De nuevo ella oteaba el horizonte a la espera de
una señal.
-Lo siento- dijo él primero.
Ella le miró en respuesta, pero no
articuló palabra alguna.
Agachó la cabeza, impotente, tan
cargado de dudas, de desesperación, que cualquier posible opción le resultaba
sólo una sombra dentro de la propia oscuridad que sentía extenderse a su
alrededor.
-Esa rabia que sientes- comenzó a
hablar entonces Alba- ¿por qué piensas que proviene de la naturaleza del lobo?
Él se sorprendió, tanto por la
pregunta como por el tono que usaba ella, una voz desconocida que parecía
indicar que al fin estaba dispuesta a responder a todas las preguntas que le
asaltaban.
-¿Qué otra cosa puede ser si no?
Nunca antes había sentido esta violencia, esta furia incontenible.
-¿Seguro? ¿Eso es verdad? Profundiza
en tus emociones, en tus recuerdos.
Andrés permaneció callado por un
instante, con la visión de su autopercepción vuelta hacia el pasado, explorando
en su memoria toda una vida que volvía a suceder en unos pocos segundos.
-No entiendo bien lo que quieres
decirme- dijo al fin, confundido entre sus propios pensamientos desorganizados.
-Lo que quiero decirte es que debes
afrontar la verdad que se presenta a todo hombre y mujer lobo, a todo
metamorfo, a todo ser humano que despierta repentinamente a un nuevo estado más
poderoso, sobrenatural. Esa verdad es que la rabia, la furia, la violencia, el
ansia incontenible de matar, no proviene de la nueva naturaleza, en nuestro
caso la del lobo, por el contrario, el incontrolable impulso destructor reside
en su lado humano.
-¿Cómo?
-La rabia y la furia, son
expresiones de la frustración, del miedo y de la impotencia sentida cada vez
que te has visto a ti mismo como un ser débil o aplastado. Eso siempre
permanece, aunque pienses que termina por desaparecer, queda contenido y
reprimido, y ahora, simplemente, el poder lo hace brotar. Es tu lado humano el
que te empuja a matar, no la naturaleza del lobo.
-Es ... es... imposible.
-No. Esa es la verdad, cuanto más rápido aceptes tu nueva naturaleza, antes desaparecerá la furia en tú interior. Es tu lucha por aferrarte al lado humano lo que te produce esa ira, que no es nada más que la pataleta suprema de un niño rompiendo sus juguetes. Acepta la fuerza, el poder, y la calma llegará por sí misma. Dile adiós a tu pasado y la frustración de todo ese tiempo se disipará como la niebla ante un Sol brillante.
-No. Esa es la verdad, cuanto más rápido aceptes tu nueva naturaleza, antes desaparecerá la furia en tú interior. Es tu lucha por aferrarte al lado humano lo que te produce esa ira, que no es nada más que la pataleta suprema de un niño rompiendo sus juguetes. Acepta la fuerza, el poder, y la calma llegará por sí misma. Dile adiós a tu pasado y la frustración de todo ese tiempo se disipará como la niebla ante un Sol brillante.
Andrés intentó calmar su mente, que
procesaba aquellas palabras como fuego abrasador, viendo en ellas una verdad
tan cruda que dolía.
-Tu mundo se expande a cada segundo
que pasa. Cada minuto que exploras lo que te rodea con tus nuevos sentidos tu
conocimiento crece, con el conocimiento crece tu poder, con tu poder desaparece
todo temor. Cuanto menos luches contra ese proceso, más fácil será.
Andrés caminó hasta donde estaba
Alba e intentó mirar y ver como ella lo hacía, comprender sin más, sin esfuerzo.
Empezaba a darse cuenta de que en su desesperación por no ahogarse, se había
agarrado a una roca que se hundía, y por tanto, que para sobrevivir, para salir
a flote, simplemente tenía que soltarse, no hacer nada y dejarse llevar.
Un aullido sonó entonces en la
lejanía, una señal y un aviso, con la tonalidad y el juego de notas al final
que indicaban quién lo lanzaba. Alba corrió ladera abajo y él la siguió sin
saber a qué extraña aventura le conduciría en esta ocasión.