Hace un tiempo que llevo interesándome por
los crímenes sucedidos en Londres en 1888. Cuando empiezas a investigar tienes por ciertas unas cuantas cosas, pero a medida que vas avanzando irremediablemente
te sumerges en un mar de sospechas, dudas, verdades a medias, mentiras o meras
leyendas. Uno de los objetivos de los que investigan los crímenes de Jack el
Destripador es averiguar quién se esconde detrás del apodo. Otro de esos
objetivos, igual de importante a mi modo de ver, es el averiguar por qué dejó
de matar de forma tan repentina. ¿Por qué? Porque si conocemos la razón de este
“cese” en su actividad podremos tener una idea de quién pudo ser o al menos nos
ayudaría a descartar sospechosos. Hay
presuntos investigadores que repentinamente se sacan teorías de la manga, cual
prestidigitadores criminalistas, acerca de la autoría de los crímenes de
Whitechapel: que si fue una mujer, que si fue un pintor (no sólo Sickert,
también Van Gogh es sospechoso), que si fue un doctor...prácticamente cualquier
persona de la época es susceptible de ser Jack el Destripador. Y aquí les
traigo una de esas teorías, una de mis favoritas, ya que en ella interviene una
mujer, asesina para unos y una posible heroína para otros (pudo haber salvado a
muchas prostitutas del East End), pero también porque, de un plumazo, nos
resuelve las dos incógnitas: quién fue y por qué dejó de matar. Les presento a
Florence Elizabeth Maybrick.
Florence Maybrick |
En 1881 Florence, una joven estadounidense
de 19 años, estaba realizando un viaje en barco con su madre. En dicho viaje
conoció a un rico comerciante algodonero inglés, James Maybrick, que tenía 23
años más que ella. Al parecer, ambos se enamoraron y poco después se casaron,
trasladándose a vivir a Liverpool. La pareja tuvo dos hijos.
Florence era una auténtica belleza sureña,
amante de la diversión y el lujo. Pero, como todo lo bueno, eso no podía durar
siempre y la encantadora Florie se dio de bruces con la realidad: el bolsillo
de su esposo estaba menguando. James tuvo que confesar a su esposa que estaban
atravesando graves problemas económicos y que debía cambiar su modo de vida,
algo a lo que ella se resistía. Eso ocurrió en 1887, sin duda un mal año para
la joven Florence, ya que, no sólo la economía familiar era frágil, sino
también la salud de su hijo, James.
Sí, aquel fatídico 1887 cambiaría la vida de
la joven. Se enteró que su esposo era adicto a las drogas y a las
mujeres. El viciosillo James solía consumir arsénico y estricnina, entre otros
“polvillos mágicos” (algo habitual en la
época victoriana, pues pequeñas cantidades de estas sustancias eran usadas como
tónicos o afrodisiacos, incluso las mujeres solían usarlas para que sus esposos
las dejaran en paz). Por si esto fuera poco, James además tenía una amante
desde hacía unos 20 años, es decir, desde mucho antes de casarse con Florie, y
le pasaba una pensión. Esto último le enfureció de tal forma, que no sólo
decidió dormir en un dormitorio distinto al de su esposo, sino que además pensó
en pagarle con la misma moneda.
Florence se buscó un joven amante, llamado
Alfred Brierley, otro comerciante de algodón. Con él pasó la noche en un hotel...y
su marido se enteró de todo. Al parecer ésta no era una mujer que destacara por
su inteligencia, a no ser que quisiera ser pillada. El hecho es que la pareja
tuvo una tremenda discusión y Florence terminó con el ojo morado y sin amante,
pues la pareja terminó reconciliándose.
James Maybrick |
En abril de 1889 a Florence se le ocurrió la
feliz idea de comprar papel atrapamoscas y extraer el arsénico que lo empapaba,
pero sólo para confeccionar con él una crema facial con la que eliminar los
granitos de su hermoso rostro. Todo muy inocente. Por supuesto esto no tuvo
nada que ver con el repentino malestar de su esposo, ni con los dolores
gastrointestinales que llegaron después.
A principios de mayo, James Maybrick estaba
cada vez peor. Pero, por suerte, contaba con su amante esposa que le cuidaba
día y noche. Una lástima que la desconfiada enfermera de su esposo sospechara
que lo estaba envenenando y fuera corriendo a contarlo a una amiga de sus
cuñados. Por supuesto, éstos no tardaron mucho en presentarse en la casa y
alejar a Florence de su hermano. Sólo las enfermeras tendían acceso al enfermo
y ella tenía prohibido darle de comer o beber. El 9 de mayo se
analizaron la orina y las heces de James Maybrick, pero no se encontró rastro
de veneno.
A
James se le administraba una especie de medicamento o complejo vitamínico de la
época llamado Valentine’s Meat Juice. Una noche, Florence entró en la
habitación de su esposo y discretamente empezó a manipular esta medicina, algo
un poco arriesgado, teniendo en cuenta que sabía que sus cuñados sospechaban de
ella y que la enfermera había rehusado el dejarla a solas con el enfermo. El
hecho es que el medicamento fue analizado y contenía medio grano de arsénico
(dos granos sirven para matar a una persona). Según ella, James se lo había
pedido.
El tiempo fue pasando y James no mejoraba,
mientras que pequeños incidentes hacían que las sospechas recayeran cada vez
con más fuerza sobre Florie. Llegó un momento en que los hermanos de James
decidieron registrar la casa en busca de venenos que pudieran ser usados por la mujer para ir aniquilando a su marido. Se dice que, en distintos recipientes,
pudieron encontrar suficiente veneno para matar a unas cincuenta personas.
El 11 de mayo de 1889 el cuerpo de James
Maybrick no resistió más, su corazón, agotado, dejó de latir. El informe
forense dictaminó que había rastro de veneno, aunque al parecer no había tanta
cantidad como para considerar que fuera el causante de la muerte. No importaba
mucho, ya que los hermanos Maybrick ya tenían una culpable.
El 14 de mayo Florence era detenida como
sospechosa de la muerte de su esposo. El 31 de julio comenzaba su juicio. Se le
acusaba de asesinato con premeditación. Su abogado recalcó que no había quedado
probado que el arsénico encontrado en el cuerpo fuera suficiente para matar a
James Maybrick y que era conocida su adicción al arsénico y a otras sustancias,
algo que podía haberle hecho enfermar y morir. Para el defensor la confirmación
de sus argumentos se encontraba en el hecho de que el veneno había sido hallado
en estómago y riñones, pero no en el corazón ni en la sangre.
El 7 de agosto se dictó sentencia: fue
declarada culpable del asesinato de James Maybrick y condenada a morir en la horca.
Sin embargo ocurrió algo inesperado, se
desarrolló una campaña en contra de la ejecución de Florence, que consiguió una
conmutación de la pena por cadena
perpetua. Pero resultó que Florie en el fondo era una chica afortunada y fue
liberada en el año 1904. Sin pensárselo dos veces volvió a Estados Unidos y de
allí no volvió salir, salvo para realizar su último viaje junto a la Parca, un
23 de octubre de 1941. Florence terminó sus días en la miseria, pero, al
parecer, entre sus cosas aún conservaba un papel que explicaba cómo usar el
arsénico del papel atrapamoscas como cosmético.
Pero ¿qué tiene que ver esto con Jack el
Destripador? En principio nada, pero en 1992 surgió la relación entre ambos
personajes, Florence y Jack. En ese año un hombre llamado Michael Barrett
apareció con una auténtica joya entre sus manos: el diario de Jack el
Destripador, escrito de puño y letra por el asesino, que resultó ser...¡JAMES
MAYBRICK!. En el diario se describían pormenorizadamente los crímenes, el
placer sentido al cometerlos, había burlas hacia la policía y su ineptitud e
incluso el cómo había surgido el nombre de Jack (las dos primeras letras del
nombre y las dos últimas del apellido). En 1993 el diario fue publicado. Sin
embargo muy pocos lo consideran como una prueba válida, más bien al contrario,
en seguida se tachó el documento como una falsificación. Finalmente, Michael
Barrett confesó que era falso...aunque después se retractó de esta confesión,
así que nos hemos quedado como al principio. En cualquier caso resultaría
paradójico que una mujer, una joven cansada de su vida matrimonial, fuera la
responsable de que el sádico Jack abandonara sus crueles aficiones. ¿Fue
Florence una asesina, una víctima del sistema o una heroína?...
Un último apunte: sinceramente, yo no creo
que James Maybrick fuera Jack el Destripador, así como tampoco creo que lo
fuera el Dr. Gull o el Príncipe Eddy...pero estas teorías son tan novelescas y
sugerentes que se hace difícil hacerle caso a la razón y la lógica.
Sara H. Bethencourt
Fuentes:
Jesús Palacios: "Psychokillers",Temas de Hoy, 1998