27 de septiembre de 2015

QUERIDO DIARIO...



Pero la vieja solamente fingía ser amable; en realidad era una bruja mala que espiaba a los niños pequeños y había construido su casita de pan solamente para atraerlos. Cuando uno caía en su poder, lo mataba, lo cocinaba, lo comía y para ella ese era un día de fiesta” (“Hansel y Gretel” Jacob y Wilhelm Grimm).

El 26 de julio de este año, los perros de los vecinos de la calle Dimitrova, en San Petersburgo (Rusia), estaban inquietos. Las causantes de dicha inquietud eran unas bolsas tiradas cerca de un estanque. Y no era para menos, ya que en su interior se hallaban los restos de una mujer: el torso, las piernas, los brazos...pero no se pudo encontrar ni las manos, ni la cabeza, lo que hacía más difícil identificar a la víctima. Difícil, pero no imposible. Se trataba de Valentina Ulanova, de 79 años, que vivía en un bloque de apartamentos de la misma calle en que fue encontrado su cuerpo desmembrado.
Valentina Ulanova
Como en la película, Valentina estaba durmiendo con su enemigo, o mejor dicho, enemiga, ya que fue asesinada por su compañera de piso y cuidadora, Tamara Samsonova, de 68 años. Sí, de 68 años, hecho por el cual, en un alarde inaudito de imaginación, se le ha dado el apodo de “La abuela destripadora” (“Granny Ripper” en inglés, quién le hubiera dicho a Jack the Ripper que se abusaría tanto de su alias). La policía no tuvo dificultad para vincular a Samsonova con el crimen, ella misma confesó haber asesinado a su amiga...bueno, a ella y a dos personas más.
Tras el correspondiente registro de su casa, la policía encontró pruebas suficientes para demostrar que la mujer decía la verdad: Valentina había sido una más. Una sierra, cuchillos, manchas de sangre en el baño...su piso hubiera sido el paraíso para Gil Grissom (CSI Las Vegas). Pero, además, tenían una confesión por escrito de la oscura vida de Tamara: su propio diario.
Estaba entre libros “de magia negra y astrología” (hecho destacado en los distintos medios, seguros de que es un detalle importantísimo que no se puede obviar) y escrito en ruso, inglés y alemán. Esto fue algo que me llamó la atención, porque me indujo a pensar que Tamara esperaba ser detenida o bien, tras su muerte, quería que su diario fuera encontrado y leído. Aunque es cierto que había trabajo como ayudante en uno de los principales hoteles de la ciudad, así que puede que se le quedara la costumbre de emplear varios idiomas. Pero no puedo evitar pensar que lo que pretendía era entrar en el “selecto” club de los asesinos en serie famosos. Una de sus vecinas, Marina Krivenko, que asegura conocerla desde hace quince años, dice que Tamara estaba interesada en Chikatilo, uno de los peores asesinos en serie que ha conocido el país. Según cuenta, la detenida “reunía información sobre él y cómo cometía sus asesinatos”. Si es así, puede que quisiera ser famosa de alguna forma, por eso escribió el diario en tres idiomas y lo colocó en un lugar visible, en vez de esconderlo, ya que, al fin y al cabo, constituye una de las mejores pruebas. Pero no son más que elucubraciones mías.

Tamara portando la olla con la cabeza de Ulanova

Como dijo uno de los investigadores: “o es mucho más estúpida o más inteligente de lo que parece”. Y es que Tamara no sólo dejó constancia por escrito de sus aventuras, sino que, encima, fue pillada por las cámaras de seguridad del edificio cuando bajaba las escaleras y se dirigía a la calle, llevando las bolsas y dejando manchas de sangre en su camino. Bajó en siete ocasiones. En una de las grabaciones se ve que, en vez de una bolsa, lleva una gran olla entre las manos. En ella había hervido la cabeza y las manos de la víctima, aunque no se sabe exactamente si para evitar su identificación o si había algún otro oscuro motivo detrás, ya que no han aparecido, así como sus órganos internos. Esto ha llevado a la policía a no descartar ninguna posibilidad, lo que incluye el canibalismo. Algunos diarios ingleses, tan sutiles como siempre, afirman que Tamara sentía predilección por los pulmones, algo que se sabe, según ellos, por fuentes del Comité de Investigaciones de Rusia (el equivalente ruso del FBI estadounidense), ya que al parecer las víctimas (en plural) carecían de los órganos internos, especialmente los pulmones. Las “fuentes” de este Comité no son muy discretas que digamos y ya se sabe que en el diario se describen asesinatos que tuvieron lugar hace más de diez años. Las autoridades piensan que pudo haber matado a 13 personas, pero están comprobando los casos sin resolver, de un período de veinte años, en que aparecieron cuerpos descuartizados por la zona y comparando los datos que tienen con los escritos de Tamara. Así que la cifra podría aumentar.


En la casa de la acusada encontraron la tarjeta de visita de un hombre cuyos restos aparecieron en la calle Dimitrova, también en bolsas de plástico, hace 12 años. La descripción de sus tatuajes constaba en el macabro diario, así que es evidente que Tamara lo conocía. Añadimos uno más al recuento.
El diario de Tamara
A pesar de que la policía, al parecer, no quieren dar a conocer los extractos de su diario hasta que se complete la investigación (al menos eso es lo que decía el artículo del Daily Mail del 5 de agosto), no han sido pocas las filtraciones del mismo. En una de las anotaciones, entre detalles mundanos y sin importancia como “bebí café” o “he dormido mal”, Tamara cuenta qué hizo con uno de sus inquilinos: “Maté a Volodya, le corté en pedazos en el cuarto de baño con un cuchillo, puse las piezas de su cuerpo en bolsas de plástico y las tiré en distintas partes del distrito de Frunzensky”. Se sospechaba que había matado a un tercer inquilino, pero éste, por suerte para él, seguía vivo y se ha convertido en testigo del caso. Por lo que se ve, era peligroso alquilarle una habitación a Samsonova. Fuentes policiales aseguran que también mató a otro de sus inquilinos, un hombre de Norilsk de 44 años, en septiembre de 2003, tras una discusión. Su modus operandi era sencillo: drogar, descuartizar y deshacerse del cuerpo en bolsas. Es lo mismo que le hizo a Valentina Ulanova y así lo confesó en uno de los interrogatorios: “Llegué a casa y le puse todo el paquete de Phenazepam (cincuenta pastillas) en su ensalada Olivier (ensaladilla rusa). A ella le gustaba mucho”. “ Me desperté después de las 2 a.m y ella estaba tendida en el suelo. Así que empecé a cortarla en trozos” “Era difícil para mí llevarla al cuarto de baño, ella era gorda y pesada. Lo hice todo en la cocina, donde estaba tirada”.
Durante la reconstrucción del asesinato de Ulanova, Tamara mostró cómo descuartizó su cuerpo con una sierra de arco, tras lo cual envolvió los trozos en unas cortinas y los introdujo en el interior de las bolsas de plástico. También declaró haber hervido la cabeza y las manos en una olla, en la propia cocina de Ulanova. En cuanto a los motivos que le llevaron a cometer este crimen, la verdad, es que parecen algo nimios, relevantes solo en su más que probable desquiciada mente. Según su testimonio, ambas mujeres habían tenido una discusión (según algunas fuentes el detonante había sido unas tazas sin lavar) y Valya, como cariñosamente llamaba Tamara a su compañera de piso, le dijo: “Estoy cansada de ti”. Le pidió que volviera a su casa (Tamara y Valya vivían juntas en el apartamento de la última, pero Tamara tenía su propio piso en el bloque), lo cual, según la propia acusada, hizo que le diera un ataque de pánico. Le asustaba volver a su casa, quizá por los fantasmas que la habitaban...demasiada sangre se había derramado allí. Pensó que el matar a su compañera le daría unos meses más de tranquilidad, que podría “vivir aquí en paz durante otros cinco meses, hasta que sus familiares se presentaran, o alguien más”. Al final, el que se presentó fue, no un familiar, sino un asistente social, que dio la voz de alarma tras la negativa de Samsonova de dejarle entrar en el piso de Ulanova.
Samsonova, como es obvio, tendrá que someterse a una evaluación psiquiátrica. Mijail Vinogradov, psiquiatra forense, no dudó en dar un diagnóstico al ser preguntado por medios rusos. Para él era evidente que padecía esquizofrenia. Habrá que esperar al diagnóstico oficial, aunque parece que es cierto que la mente de Samsonova no tiene al alguien responsable a los mandos, ya que, según wikipedia (tan pronto y con su propia entrada en wikipedia) había sido ingresada en un sanatorio mental hasta en tres ocasiones. Por su parte, los vecinos la catalogan de paranoica, siempre pensando mal de ellos. Cuando los agentes la detuvieron, les dijo que era actriz y que había estudiado en la prestigiosa Academia de Ballet Vaganov...para admitir finalmente que en realidad había trabajado en un hotel de San Petersburgo. Y es que su comportamiento es algo errático, pasa de declararse culpable, a decir que en realidad fue un vecino, a deleitar a los agentes con historias imaginativas y contradictorias.

En la vista que tuvo lugar para determinar si ingresaba en prisión preventiva, Samsonova parecía estar más preocupada por los periodistas que seguían el caso, que por su propia suerte: “Sabía que vendrían...es una desgracia para mí, toda la ciudad lo sabrá” (gracias a internet lo sabemos medio mundo, Tamara). Al Juez, Roman Chetobar, le dijo: “Me he estado preparando para esta acción judicial durante docenas de años. Todo se hizo deliberadamente...no hay forma de vivir. Con este último asesinato cerré el capítulo” “(...) soy culpable y merezco un castigo”. Aplaudió cuando aquél dictó su entrada en prisión preventiva.
La preocupación de Tamara porque su oscuridad fuera revelada era fundada y ahora sus vecinos deben estar preguntándose si realmente su esposo se fue con otra mujer, allá por el 2005, como ella les dijo, o si también terminó en bolsas. Ella denunció su desaparición ante la policía, pero de él no se sabe nada.
En fin, por mi parte no he dejado de pensar en todos esos cuentos en que una, en principio, inocente ancianita se transforma en caníbal ante la mera presencia de un niño de carnes tiernas. ¿Acaso las abuelitas no han aprendido aún que los cuentos nunca deparan un final feliz para ellas?.

      “Mientras la niña se sentaba ante el telar y se ponía a tejer, la bruja salió de la habitación, llamó a su sirvienta y le dijo:
Calienta el baño de prisa y lava bien a mi sobrina, porque la quiero de desayuno.
La pobre niña escuchó a Baba-Yaga, y muerta de miedo, cuando la bruja se marchó, le pidió a la sirvienta:
Por favor, no quemes mucha leña; mejor es que eches agua al fuego y lleves el agua al baño con un colador. Y le regaló un pañuelo.
Luego de un rato, Baba-Yaga, impaciente, se acercó a la ventana y preguntó:
¿Estás tejiendo, sobrinita? ¿Estás tejiendo, querida?” (“La Bruja Baba-Yaga”, cuento popular ruso)

Sara H. Bethencourt

Fuentes: 














16 de enero de 2015

GEORGE PARROT: UN DESTINO MARCADO POR LA PIEL

  La historia de George Parrott, también conocido como George Manuse, George Warden o «Big Nose», es bastante peculiar, digamos que fue un hombre que se hizo a sí mismo... pero algo torcido, pues escogía siempre trabajos al margen de la ley. Así, fue salteador de caminos, de diligencias, cuatrero... no es de extrañar que terminara en un banda de delincuentes dirigida por un tal Sim James y formada por Frank McKinney, Jack o Sandy Campbell, Cully McDonald, John Wells, Tom Reed, Frank Towle, «Dutch Charley»Buress y el propio George «Big Nose» (hay que decir que el apodo de George no era gratuito, realmente era la versión cowboy de Cyrano de Bergerac).


    
    
George "Big Nose" Parrot
 La banda de James, que así se llamaba (no es que fueran muy originales buscando nombres), decidió robar un tren. Para hacer su trabajo más sencillo pensaron que lo mejor sería hacer que descarrilara, puesto que era más fácil robar un tren parado que en movimiento, lógicamente. El 14 de agosto de 1878, a 6 millas de Medicine Bow, la banda se dedicó en cuerpo y alma a manipular la vía por la que debía pasar el tren nº3 de Westbound, de la Union Pacific, pero no contaban con que ese día un grupo de operarios hubiera estado trabajando en el puente de Medicine Bow. Al final del día, el capataz fue a recoger las herramientas que habían dejado atrás y se dio cuenta de que las vías no estaban como antes. Temiendo que quien hubiera hecho eso estuviera por los alrededores, intentó mantener la sangre fría, recogió sus herramientas y se fue, como si no se hubiera dado cuenta de nada. Tan pronto supo que estaba fuera de la vista de quien estuviera allí, corrió a dar aviso al tren que se acercaba, pudiendo así evitar el robo. El capataz no se equivocaba, la banda de James estaba aún allí, escondidos tras unos arbustos, esperando a que se fuera, pero, ante a imposibilidad de seguir con el plan, prefirieron huir.
       Evidentemente, la cosa no se iba a quedar así, y pronto fueron enviados dos hombres en busca de los forajidos: el ayudante del Sheriff de Wyoming, Robert Widdofield, y el agente de la Union Pacific, Henry «Tip» Vincent. Estos siguieron el rastro de la banda hasta un campamento que montaron en Rattlesnake Canyon, cerca de Elk Mountain. Ni la suerte ni las matemáticas estaban del lado de la ley, ya que los agentes no sólo fueron divisados en seguida, sino que además les superaban en número. No salieron vivos de allí. En su huida la banda se separó.
    Tras el descubrimiento de los cuerpos, las autoridades se tomaron muy en serio el atrapar a los miembros de la banda de James y no dudaron en ofrecer una fuerte suma de dinero como recompensa por su captura. Al mes siguiente de los hechos, Frank Tole fue asesinado cuando intentaba atracar el Black Hills Stage Line.
Dr. John Osborne

    El siguiente en caer fue «Dutch Charley», detenido junto a su nueva banda el 25 de diciembre de 1879, en Montana. Fueron llevados a Laramie (Laramie City), pero debido a que el asesinato de Widdowfield y Vincent había ocurrido en el condado de Carbon (Carbon County), «Dutch Charley» sería llevado en tren (justamente en mismo que había intentado robar un año antes junto a la banda de James) a la ciudad de Rawlins, para ser juzgado. En el trayecto hacia Rawlins, el tren tuvo que hacer una parada, en Carbon, para abastecerse de agua y carbón, momento que fue aprovechado por una multitud para asaltarlo, no precisamente para robar, sino para atrapar a «Dutch». Este se había ocultado en el vagón de equipajes, debajo de unas pieles de búfalo, pero no le sirvió de nada, fue arrastrado hasta un poste de telégrafos del que colgaba una cuerda. Lo único que le mantenía con vida era un barril de whisky al que había sido obligado a subir, mientras le colocaban la cuerda alrededor del cuello. La idea era asustarle lo suficiente para conseguir una confesión, algo que a la madre de Widdowfield parecía no hacer falta, ella tenía claro que «Dutch» había matado a su hijo. El ladrón se balanceaba sobre el barril, recibiendo un tirón de la cuerda de vez en cuando, pero Elizabeth Widdowfield, la cuñada de Robert, no aguantó más y le dio una patada al barril. Y ahí se quedó «Dutch», hasta que al día siguiente llegó el Sheriff de Rawlins e hizo que lo bajaran.

    Por su parte, a «Big Nose» parecía sonreírle la fortuna. Su negocio de atracos a diligencias iba viento en popa y, lo más importante, seguía vivo. Sin embargo, a pesar del apodo, «Big Nose» tenía la boca más grande que la nariz y la bebida le hacía presumir de sus aventuras. Así, no sólo contaba sus hazañas como ladrón de diligencias, sino que también dijo que había participado en el robo frustrado del tren de la Union Pacific y en el asesinato a los dos agentes que les perseguían. Fue detenido en julio de 1880. La historia de «Dutch» se iba a repetir, ya que George fue trasladado en tren hasta Rawlin, tren que nuevamente paró en Carbon y, para variar, la turba entró en el mismo en busca de «Big Nose». Fue arrastrado fuera del tren, sin que al parecer nadie se atreviera a llevarles la contraria, y es que no a todos les agrada ser linchado. A George le llevaron al andén y le colocaron la cuerda alrededor del cuello. Como ocurrió con «Dutch», la idea de la partida de linchamiento no era matarle, sino que confesara, así que daban unos tironcitos a la cuerda a ver si le convencían. A pesar de eso, George dudaba, por lo que pensaron que si tiraban algo más fuerte y le prometían un juicio justo seguro que el hombre cedería. Así fue, aunque seguro que también tuvo algo que ver el que una condición indispensable para asistir al juicio era estar vivo. Cuando Parrott empezó a hablar no hubo quien le parara, confesó el intento de robo al tren, los asesinatos de Widowfield y Vincent, y cualquier cosa que hubiera hecho. Una vez satisfechos, le devolvieron al Sheriff Rankin para que continuara su viaje a Rawlins. Una vez comenzado el juicio, un error en el acta de acusación anuló la confesión de culpabilidad de George, así que tenía vía libre para arrepentirse y declararse inocente. Sin embargo, al final no sirvió de nada, fue encontrado culpable y condenado a muerte. La fecha señalada para la ejecución era el dos de abril de 1881. Ni que decir tiene que George no estaba de acuerdo con eso de ser ahorcado y en marzo decidió salir de prisión por sus propios medios, que básicamente consistían en agredir a Rankin con sus grilletes (fracturándole el cráneo de paso), pero no contaba con que éste pudiera defenderse ni con el arrojo de su esposa, que apareció con una pistola. Una vez de vuelta en su celda, el Sheriff Rankin reforzó la vigilancia del preso.

    La noticia del intento de huida pronto recorrió la ciudad. Los vecinos de Rawlins no estaban dispuestos a permitir que lo sucedido se volviera a repetir, además, temían que los abogados de George consiguieran evitar la ejecución presentando la documentación necesaria para alegar demencia (esto era al menos lo que decía el períodico de Carbon County). Así pues, la población de Rawlin esperaba lo peor y estaban decididos a no permitir que «Big Nose» se librara de la horca. A pesar de que en Front Street había dos salones, dos hoteles, dos salas de billar y un restaurante abierto toda la noche, la calle se quedó en silencio, estaba todo tranquilo. Entre las 10 y las 11 de la noche, un grupo de hombres enmascarados entraron por la fuerza en la prisión y, apuntando a Rawkin con sus pistolas, sacaron a George a rastras de su celda. 
    «Big Nose» fue llevado a Front Street donde colgaba una cuerda de un poste de telégrafos. Allí unas doscientas personas se reunieron para asistir al espectáculo, aunque hubo cierta desilusión al principio pues, tras hacer subir a George a un barril de whisky (lo del barril resultó ser profético) la cuerda ser rompió, así que cogieron una escalera, que fue retirada una vez que el nudo le adornaba el cuello. Murió el 22 de marzo de 1881. Su cuerpo quedó balanceándose en el extremo de la cuerda hasta que llegó el enterrador, unas horas después. 

  Y ahora es cuando viene la parte llamativa la historia. Como el cuerpo de «Big Nose» no fue reclamado por ningún familiar, los doctores Thomas Maghee y John Osborne se hicieron cargo del mismo, no precisamente para darle un entierro digno. No, lo que ellos querían era comparar el cerebro de un criminal como Parrott con el de una persona «normal», en un intento de saber si la maldad del hombre era visible en su cerebro. pero no tuvieron éxito: ambos cerebros eran iguales (supongo que no se les ocurrió pensar que ambos especímenes eran igual de malvados). Ante la decepción y ya que tenían un cuerpo esperando ser «útil a la ciencia», ambos médicos decidieron reciclar los restos de Parrott.
Dra. Lillian Heat y su "tope" de puerta
Así, Lillian Heat, la ayudante del Dr.Maghee, de tan sólo 15 años, recibió un regalo muy especial: la parte superior del cráneo de «Big Nose». Con los años, Lillian se convirtió en la primera mujer que ejerció la medicina en Wyoming, y usó su regalo como cenicero (en realidad fue su marido quien le dio ese uso), en tope de puerta e incluso como recipiente para apoyar la pluma. Sin embargo, era el Dr. Osborne el que demostró tener los gustos más macabros. Lo primero que hizo fue hacer una máscara mortuoria de la cara, máscara que carecía de orejas, según se dice, porque al forcejar mientras colgaba fueron arrancadas por la cuerda, aunque es algo que no está confirmado. Pero realizar una máscara mortuoria no era algo tan extraño, más de un asesino tiene la suya, como Martin Dumollar o el dúo asesino, Burke y Hare (a Burke también lo reciclaron), el problema es que al Dr. Osborne parece que le gustó la piel de George y pensó que era lo suficientemente buena como para hacerse ¡unos zapatos!. Así que, le quitó la piel de los muslos y el torso (incluyendo los pezones) y la mandó a Denver, para dar gusto a su extraño capricho (y además le sobró piel para hacerse un maletín).
Los zapatos de "piel"
El Dr.Osborne estaba realmente contento con sus zapatos nuevos, a pesar de que el zapatero no le puso los pezones del forajido en sus puntas, no se puede tener todo. Y tan contento estaba que no dudaba en ponérselos en las ocasiones especiales, como en el baile que tuvo lugar cuando fue elegido Gobernador del Estado de Wyoming (fue el primer Gobernador demócrata de Wyoming). Al parecer, una vez dejado este cargo, se convirtió en director de un banco en la ciudad y ¿adivinan qué se le ocurrió exponer en el vestíbulo del banco? ¡Sí! sus zapatos de piel humana, en una preciosa vitrina de cristal.
    Después de esto, los restos de Parrott fueron introducidos en un barril de whisky (¿ven que era profético?) lleno de una solución salina, al menos durante un año. Cuando se cansaron de manipular los restos, el barril fue enterrado en el jardín trasero de la oficina del Dr. Maghee. Y allí permaneció hasta 1950, en que, a causa de unas obras que se estaban realizando en el lugar, desenterraron el barril. Al abrirlo, los obreros se llevaron un buen susto, pues lo que encontraron fue un buen montón de huesos y un cráneo con la parte superior serrada. Uno de los curiosos que se congregaron alrededor del hallazgo recordó a la Dra. Heath y su peculiar tope de puerta, por lo que enseguida contactaron con ella para saber si sería capaz de identificar a quién correspondían esos huesos. Su marido llegó con la parte superior del cráneo, que casaba perfectamente con el encontrado en el barril.
Restos de Big Nose
    Actualmente en el museo de Carbon County en Rawlins se exhiben tanto los zapatos hechos con la piel de George Parrott como la máscara mortuoria y la parte inferior de su cráneo. Los grilletes que llevaba el día de su linchamiento y la parte superior del cráneo están en el museo de la Union Pacific, en Omaha, Nebraska. No se puede decir que George «Big Nose» Parrott desperdició su vida... mejor dicho, su muerte.

Cráneo de George Parrot


Fuentes:
  • http://www.justtrails.com/tag/big-nose-george-parrot/
  • http://www.legendsofamerica.com/wy-bignose.html
  • http://www.executedtoday.com/2013/03/22/1882-george-parrott-rawlins-lynched/
  • http://www.wyohistory.org/encyclopedia/big-nose-george-grisly-frontier-tale